El domingo 15 de agosto, al publicarse la presente entrega de Las líneas de Chávez, estaremos conmemorando el 205 aniversario del Juramento del Monte Sacro. Aquel memorable 15 de agosto de 1805 en Roma, como bien nos lo dice Augusto Mijares, nació el Libertador. Teniendo como testigos a su maestro Simón Rodríguez y a su entrañable amigo Fernando Rodríguez del Toro, el joven Simón Bolívar, a sus 22 años, juró ante ellos, y con ellos, consagrar su vida a la independencia de Nuestra América.
Aquel juramento fue la plena asunción de un compromiso de la mayor trascendencia. En este sentido hablan por sí mismas estas palabras de la extraordinaria carta que le dirigiera a Robinson el 19 de enero de 1824 desde Pativilca, Perú, al enterarse de que éste se encontraba en Colombia: “¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria? Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener”.
Uno puede preguntarse: ¿qué impulsaba a aquel joven a hacer un juramento de tal calibre y a tomar para sí semejante misión que no tenía, en aquel entonces, posibilidad alguna de realización concreta? Yo quiero responder de esta manera: la fe en la América que estaba llamada a ser libre y a regirse por sí misma.
Oigamos, una vez más, el verbo encendido, inspirado e inspirador del joven Bolívar aquel 15 de agosto: “…en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despeje de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo”.
En el presente, despejar la incógnita del hombre en libertad significa luchar sin tregua contra todo lo que lo explota, todo lo que lo domina, todo lo que lo oprime. Es por eso que hoy más que nunca, no puede sino verificarse en el Nuevo Mundo como se está verificando: Nuevo Mundo, esto es, Nuestra América como encarnación de la causa de la humanidad.
Nosotros y nosotras, depositarios y depositarias de aquel sagrado juramento, juramos, de nuevo, con el Padre Libertador: no daremos descanso a nuestros brazos ni reposo a nuestras almas, hasta no alcanzar nuestra definitiva Independencia, rompiendo todas las cadenas que haya que romper y venciendo a todos los imperios que haya que vencer.
II
El domingo estaremos conmemorando, también, el sexto aniversario de otra fecha histórica: un 15 de agosto de 2004 el pueblo venezolano, de forma mayoritaria y aplastante, dio un rotundo “No” para parar en seco todas las pretensiones imperialistas de dar al traste con nuestra Revolución Bolivariana.
Con 5 millones 800 mil 629 votos respaldando la opción del “No”, casi el 60% del universo de votantes, aquel referendo dejo de ser revocatorio para convertirse en reafirmatorio.
Ya en la noche de aquel día de gloria, en mi intervención luego de conocerse los resultados electorales, expresé una convicción profunda, nacida de la gran victoria popular: Venezuela cambió para siempre. Con estas palabras, quise definir el punto histórico de ruptura conquistado aquel día por nuestro pueblo.
El 15 de agosto de 2004 será recordado por la posteridad, como el día de la consagración definitiva del modelo de la democracia participativa y protagónica puesto en marcha por el pueblo venezolano, gracias a nuestra Constitución.
Y se confirmó una verdad innegable: en ningún país del mundo el ejercicio electoral, como expresión de la soberanía popular, ha sido tan continuo como en la Patria de Simón Bolívar a lo largo de lo que va de siglo XXI.
III
El martes 10 de agosto viajamos a Santa Marta a una cita histórica. Y en ese lugar sagrado que es la Quinta San Pedro Alejandrino, Colombia y Venezuela volvieron a encontrarse en Bolívar, alcanzando juntas el imprescindible punto de partida para el pleno y efectivo relanzamiento de nuestra relación como pueblos hermanos, hermanados por la historia, que se necesitan el uno al otro. Se impuso el camino del diálogo directo y transparente, y en tres horas se logró el restablecimiento de nuestras relaciones diplomáticas. Quedó demostrada nuestra capacidad para ponernos de acuerdo, más allá de nuestras diferencias, si hay la voluntad política para hacerlo.
Quiero decirte, compatriota que me lees, que volví a sentir a la Colombia profunda en el camino desde el aeropuerto a San Pedro Alejandrino: volví a sentirla en las innumerables manifestaciones de cariño de tantos hombres y mujeres. La pasión y el afecto desbordante del pueblo colombiano preludiaron, con su belleza y su verdad, el tenor del encuentro. Y así fue: con el pensamiento calmo y el verbo pleno de franqueza, la reunión con el presidente Juan Manuel Santos dio sus frutos, aunque muchos de lado y lado de la frontera, hubiesen querido que fracasara.
Nuestros dos gobiernos decidieron pasar la página. Pero no la pasamos de cualquier manera, así lo creo, porque nos guía el propósito superior de retomar el sendero de la paz y del entendimiento.
Necesario es destacar que la cita de Santa Marta fue claro anuncio de que llegó la hora de la Unasur: no es poca cosa haber conjurado la posibilidad cierta de una guerra fratricida. En especial, su secretario general, el compañero Néstor Kirchner, merece toda nuestra gratitud y nuestro reconocimiento por su paciente, tesonero y eficaz ejercicio de mediación.
IV
Triste día fue el jueves 12 de agosto, y lo digo con una lágrima cruzándome el corazón. La dolorosa nueva de la desaparición física de ese genuino revolucionario llamado Luis Tascón, me conmovió en lo más hondo. Más allá de las diferencias puntuales que tuvimos en su momento, a este gran camarada lo recordaré siempre con el más profundo afecto y nunca dejaré de reconocer su integridad y su firmeza. ¡Honor y gloria a Luis Tascón! Y todo mi sentimiento para sus seres queridos.
V
La dignidad cumplió 84 años este viernes 13 de agosto: la viva y ejemplar dignidad que encarna el comandante Fidel Castro. Y este luminoso aniversario ha estado precedido por su reaparición pública: con renovado vigor físico y con la misma pasión revolucionaria, la presencia de Fidel, su gigantesca estatura intelectual y humana, ha sido un profundo y poderoso motivo de alegría para nuestros pueblos.
Ya a través de sus imprescindibles Reflexiones del compañero Fidel, se ha reafirmado como uno de los mayores vigías de nuestro tiempo: en las últimas semanas, en especial, su ejercicio de aclarar y prever, como quería Martí, nos ha permitido entender que lo que está en juego en el Golfo Pérsico es la posibilidad de una hecatombe nuclear si Estados Unidos e Israel no dan marcha atrás en su intención de avasallar a la dignísima República Islámica de Irán.
Yo siento el honor de estar cerca de Fidel. Y mi gratitud y mi admiración sólo son comparables con mi afecto.
VI
Ahora, cuando termino estas líneas, recibo otra triste noticia: Ha muerto el general Alberto Müller Rojas.
Escribo con el alma en chavezcandanga: “Vaya que de noticias en estos días. Ha muerto ahora mi general Müller. Pues que toquen la Diana Carabobo mil cornetas y que redoblen mil tambores”.
Lo quise de verdad como se quiere a un padre y lo llevaré para siempre en mi corazón.
Tomemos su ejemplo de luchador incansable por la Revolución Bolivariana y la Patria Socialista.
Dijo el poeta: “La función debe continuar”.
Pues continuaremos.
¡Pues Venceremos!
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