“En el comienzo fue la acción”. J.W GoetheEN CIERTA OPORTUNIDAD le preguntaron a John Keynes
que pensaba del futuro, el economista británico respondió: “en el futuro
todos vamos a estar muertos”.
Esta respuesta en apariencia vulgar y evasiva, encierra una de las premisas
fundantes de la racionalidad burguesa de nuestro tiempo.
Si en el futuro “todos vamos a estar muertos” el futuro no debería ser considerado
y de este modo para el pensamiento dominante la existencia se limita a la
inmediatez del presente.
La desconexión histórica nos propone una forma de vida en donde todo muere
en el altar del minuto presente, sin origen ni perspectivas.
El “homo sapiens” estádesocupado y su lugar lo ocupó el “homo consumus”.
El pensamiento pos moderno en tiempos de “producción destructiva” y crisis
estructural del capitalismo degrada el sentido mismo de la vida.
En un extremo de la realidad, la inmensa mayoría de los habitantes de este
planeta sobreviven en medio de una existencia desdichada pautada por la
miseria y las privaciones mientras que en el otro extremo una ínfima minoría
hace de la vida una estúpida aventura de posesión y consumo.
En el mundo de la mercantilización de la vida todo se cosifica, al capital no le
alcanza con comprar la fuerza de trabajo ahora necesita comprarlo todo para
después vendérnoslo en cómodas cuotas.
En las “rusa” de San Pablo un ejército de niños se arma para la guerra buscando en
las redes del narcotráfico y la delincuencia la identidad que el mundo moderno les niega.
En los clubes nocturnos de Barcelona se amontonan las “camareras” provenientes
de Bulgaria, Polonia y Rumania. Cuentan que en sus ratos libres lloran añorando
el “socialismo real” en donde con burocracia y todo no hacía falta coger por plata.
En las calles de Montevideo, un viejo se muere de frío al tiempo que un adolescente
le pega cuatro tiros a un taxista en procura del dinero suficiente para comprar un
par de “medios” de pasta base.
Nosotros los “incluidos” miramos el mundo de ellos los “excluidos”
como ajeno desde las ventanas del ciber en una pausa del chat.
Difícilmente reparemos a pensar en el carácter insoportable de nuestra realidad.
Menos aun, pensemos que detrás de esa “exclusión” aparente subyace una
“inclusión” barbarizante. Es decir, que para que algunos pocos gocen y vivan otros
muchos tiene que sufrir y morir, de este modo se instala una suerte de Darwinismo
social que opera como regulador del perverso metabolismo del capital.
Recuperar la perspectiva emancipadora constituye una verdadera urgencia
contemporánea si pretendemos que otro mundo sea posible o que algún mundo
sea posible. En el actual estado de cosas y bajo el injusto “orden” del capital,
para colocar nuestra mirada en la emancipación es imprescindible empezar
por la negación. Una negación militante, activa y articulada de las actuales
relaciones de producción y de la visión del mundo que de ellas emerge.
Un verdadero NO con mayúscula y a los gritos que procesualmente se convierta
de negación en afirmación. Un grito gutural de rabia y de bronca pero no apenas
un grito de dolor ni grito defensivo, antes bien, estamos pensando en un grito
paridor de esperanzas.
Un grito que es piedra y poema, bala y rosa, golpe y abrazo, un grito que busca
su fuerza en el pasado, que se objetiva en el presente y que encontrará su eco en un
futuro mundo nuevo que merezca ser vivido por hombres nuevos.
Esta negación (que es también afirmación) debe partir por erradicar cualquier
ilusión acerca de la posibilidad de construir un mundo justo sin la superación radical
del capitalismo. Seguimos porfiadamente convencidos que es la lucha de clases
el motor histórico que hará posible la sepultura del actual sistema de dominación.
Un célebre revolucionario ruso, comentando los procesos insurreccionales de las
primeras décadas del siglo pasado en su país, afirmó:
“las masas no se largan a las calles con una visión acabada de la sociedad que
quieren construir sino con una visión acabada de la sociedad que quieren destruir”.
Para formularlo en términos clásicos, una situación revolucionaria se
presenta cuando los de arriba no pueden seguir viviendo como hasta
ahora y los de abajo no quieren seguir viviendo como hasta ahora.
Aunque duela reconocerlo, los de arriba todavía pueden y los de abajo seguimos
sin encontrar una forma definitiva del no querer.
Nadie puede afirmar con certeza hasta cuando.
La naturaleza de la crisis estructural del capitalismo y sus terribles consecuencias
para la humanidad que vive de su trabajo nos presenta un campo de
posibilidades abiertas en donde podemos avanzar en dirección socialista o podemos
presenciar una reestructuración reaccionaria del capital al costo de mayores y
peores sufrimientos para los oprimidos del mundo.
Será en última instancia el movimiento real de la lucha de clases el que
alumbre el camino sin atajos ni falsas ilusiones.
Contra la cobardía intelectual de los adaptacionistas y posibilistas, contra los viejos
y nuevos conversos a la ideología del “orden”, contra los feligreses del dios mercado
y sus acólitos, contra todas las formas de la resignación debemos construir las
fuerzas del “trabajo asociado” capaz de personificar el proyecto socialista.
Es decir, el sujeto social de las transformaciones- la clase obrera-
al frente de la ofensiva socialista. El trabajo pensado como el antagonista
estructural e irreconciliable del capital. Como el otro antagónico del
capital y nunca como su colaborador pasivo.
Para construir las fuerzas del “trabajo asociado” capaz de emprender el combate
contra todas las formas de la alineación capitalista, es preciso despojarnos de
todo sectarismo y comprender cabalmente que es al calor de la lucha donde
se fragua la herramienta.
Con mucho más claridad que este columnista lo dijo hace más de un siglo un joven
prusiano de apellido Marx quien en polémica con Proudhon sostenía:
“solo en un orden de cosas en que no existan clases y contradicciones
de clases, las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas.
Hasta que ese momento llegue, en vísperas de toda reorganización general
de la sociedad, la última palabra de la ciencia social será siempre:
luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. Así está planteado
inexorablemente el dilema”.
GUSTAVO LOPEZ. * Dirigente sindical, integrante del Coordinador Nacional de la Asamblea Popular.extraido de diario
La Juventud